La misteriosa desaparición de Antonio Fernández Muñoz sigue representando un quebradero de cabeza para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado cien días después de producirse el hecho.
Ayer, la Guardia Civil solicitaba la colaboración ciudadana para intentar avanzar en el esclarecimiento de la desaparición y ponía en circulación un díptico con su fotografía y todas las características del cazador el día de su desaparición, el 30 de septiembre. Al mismo tiempo, el delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha, Jesús Labrador, acotaba las líneas de investigación manifestando que la principal hipótesis que barajan los investigadores se centra en una “desaparición violenta o forzada”.
Como es sabido, desde un primer momento la Guardia Civil no descartó ninguna posibilidad (marcha voluntaria, accidente fortuito…), pero a medida que transcurren los días y dados los escasos frutos que ha arrojado la investigación, los expertos apuntan a un suceso en el haya podido intervenir de forma voluntaria una o más personas.
El haber rastreado minuciosamente la finca de Aldeanueva de Barbarroya, en la que Antonio Fernández cazaba con otros dos conocidos, y que dos meses después apareciera allí la escopeta de caza que portaba el día de su desaparición hace sospechar que la misma fue puesta con posterioridad y lógica premeditación.
De ahí que tanto investigadores como el delegado del Gobierno animen a la ciudadanía a pensar y recordar si algo extraño observaron aquel 30 de septiembre, que por nimio que parezca podría representar un gran cabo de la cuerda de la que tirar para la resolución del misterio.