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TALAVERA VIVA

El carajal catalán (1)

miércoles 18 de octubre de 2017, 08:37h
El carajal catalán (1)

Miércoles 18 de Octubre de 2017.

El secesionismo catalán, profesado por una masa cifrada por sus dirigentes en más de 2 millones de fieles, tiene características comunes con las religiones fundamentalistas, y con las doctrinas políticas del fascismo y del comunismo del siglo XX:

a) Se basa en dogmas (somos una nación, tenemos derecho a la autodeterminación, España nos roba, etc.), que no precisan demostración para sus seguidores. Lo mismo que la verdad revelada, en el caso de las “religiones del libro”; la superioridad racial en los fascismos; la futura sociedad sin clases en el comunismo, etcétera.

b) Enraíza en los sentimientos de los individuos, no en su racionalidad, por lo cual no permite la oposición a su doctrina de pruebas objetivas, ni de desarrollos racionales, que contradigan sus creencias.

c) Clasifica a todas las personas en partidarios o enemigos, fieles e infieles, santos y pecadores, de modo que, o se está con ellos, o contra ellos.

d) Promociona sus creencias mediante la pulsión emocional colectiva de grandes masas de fieles, por ejemplo en la Diada (análogamente a como lo hacen los musulmanes con la peregrinación a La Meca, y los católicos con romerías como la del Rocío). El secesionismo utiliza las manifestaciones masivas, como lo han hecho siempre las dictaduras (Hitler en Berlín, Franco en la Plaza de Oriente, Stalin en la Plaza Roja, Castro en La Habana...), para reforzar la sensación de pertenencia de sus fieles, para caricaturizar y denostar a supuestos enemigos reales o imaginarios, y para denunciar graves amenazas, ciertas o falsas, de aquellos.

e) Confunde los referéndums con la praxis democrática; prefiere el sistema asambleario al representativo contenido en la Constitución, porque las asambleas pueden manipularse fácilmente.

f) Pretende imponer sus dogmas y “mandamientos” a todos los infieles de la comunidad, ya que, cuando se está en posesión de la verdad, no se debe transigir con el error ni con la perversión de los enemigos.

Las características anteriores son evidentes en las recientes decisiones de las autoridades autonómicas catalanas. Sin embargo, no ha sido siempre así. Entre las diferentes facciones integradas actualmente en el Parlamento catalán, algunas tuvieron en el pasado un comportamiento político democrático correcto. Para explicar la deriva secesionista de estas facciones, es preciso tomar en consideración la estratificación social de la sociedad catalana, y la evolución de las tácticas políticas de los diferentes partidos políticos representativos de cada estrato social.

Resulta inexplicable que comparta las mismas creencias una masa tan numerosa de individuos, notablemente heterogénea en cuanto a su origen social, su formación y su actividad profesional. Y más inexplicable aún es que todos los grupos sociales impulsen la misma praxis política, dado que el previsible desastre económico y social que provocarán tendrá muy diferentes consecuencias para cada uno de aquellos. No es posible analizar este trifostio, y mucho menos encontrar alguna vía de solución, si contemplamos como un todo a esta masa de fieles del separatismo catalán. Así que vayamos por partes.

Parece conveniente seguir el viejo método analítico propuesto por René Descartes en el siglo XVII (aunque algún indocumentado atribuye su paternidad a Jack the Ripper, siniestro personaje de la época victoriana), que consiste en dividir los problemas complejos en otros más simples, cuya solución es más asequible. Si aplicamos el método cartesiano al análisis del maldito embrollo catalán, podemos distinguir en las masas sediciosas diferentes subgrupos, que responden a ideologías e intereses propios, y que, aunque en el corto plazo estén unidos en el fragor sentimental de la revuelta, no es muy probable que mantengan esa unión cuando aquella amaine, y sea necesario caminar por el mundo real.

Para no extender excesivamente este esquema de análisis, cabe señalar cuatro subgrupos de fieles secesionistas: a) Los militantes de la CUP. b) Los pequeños burgueses, tanto rurales como ciudadanos. c) La clase trabajadora. d) Los miembros de la alta burguesía.

Los militantes de la CUP son irrecuperables, por lo que no merece la pena hablar mucho de y con ellos. Creen en la posibilidad real de construir una sociedad totalmente igualitaria, aislada del resto del mundo, un nuevo paraíso terrenal. Son tributarios de los movimientos anarquistas de siglos pasados, y, como Sansón, están dispuestos a morir con todos los filisteos. Piensan que cuanto peor, mejor. Son antireligión, antieuro, antiempresas, antibancos, anticapitalistas, antiestado, antieuropeos, antisistema, antiescuela (quieren educar a sus hijos en comunas), etcétera. Suman el 7% de los representantes del Parlament, pero se han adueñado de la iniciativa independentista. Ellos no quieren hacer una revuelta, sino una revolución, y son independentistas no por amor a una hipotética Patria catalana, sino porque consideran más factible conseguir sus objetivos en un miniestado independiente, que en una España fuerte integrada en Europa.

Los otros tres grupos sociales han cedido la iniciativa a los anarcos por simple táctica, para meter miedo a la sociedad española, para hacer bulla internacional, para organizar algaradas y para que reciban las bofetadas, si vienen mal dadas; pero tratarán de quitarles el protagonismo, cuando sea el momento de negociar una salida mínimamente razonable al conflicto con el Estado español. Es probable que los anarcos se resistan entonces a perder el protagonismo actual, y provoquen conflictos violentos contra sus aliados actuales.

Como no quiero cansarles, si les parece, seguiremos otro día.

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