Lunes 8 de Octubre de 2018.
Desde hace algún tiempo, si usted pone el televisor, escucha la radio o abre el ordenador y se “enchufa” a cualquier red social, podrá “disfrutar” de un sin fin de burlas, ironías y bromas de distintos grados sobre lo fácil que resulta obtener una titulación matriculándose en la Universidad Rey Juan Carlos.
Es cierto que los testimonios ponen en tela de juicio la gestión realizada en la misma, y que las irregularidades se han ido incrementando a medida que han ido pasando los días; también es cierto que, siendo una institución de derecho público, ha regalado notas, titulaciones y másteres a dedo y a privilegiadas “personalidades”; es innegable que su rector ha plagiado una buena parte de sus artículos académicos, e igual de indiscutible que su modelo de gestión no ha de ser nunca un ejemplo a seguir...
Y no es menos cierto que todo ello ha dado al traste con su prestigio y que, cuando oímos Universidad Rey Juan Carlos, ésta asoma como un foco incesante de irresponsabilidades y corruptelas, siendo que además, para más inri, su ilustre padrino no haya hecho ni las malas para mejorar su nombre –ni el suyo propio-, pero ¿es justo que por este grupo de inmundos personajes atrincherados en la corrupción, cataloguemos a todos y todo lo relacionado con ella por igual?
Sé de primera mano que muchos de sus alumnos se sienten gravemente perjudicados y están convencidos de que a la hora de entrar en el mercado laboral las empresas lo van a tener en cuenta y optarán por elegir a quienes hayan estudiado en otras universidades; aunque, no queramos engañarnos, es de todos sabido que las irregularidades son ya tradiciones arraigadas en la educación española, y que obtener una titulación es mucho más fácil y ventajoso si te llamas fulanito de tal, si eres familiar de miembro de determinada fundación, o si ejerces en política, donde tienes garantizado el aprobado sin ni siquiera asistir a las clases.
(Entendemos de esto último, que ha de ser muy duro ir por ahí lanzando peroratas sobre meritocracia y trabajo duro, y que apenas les quede tiempo para pensar en dar ejemplo de ello). Por supuesto, es ironía.
¡Igual de dañada que la del alumnado queda la imagen del profesorado!
Muchos docentes que ejercen con profesionalidad su oficio y se entregan cien por cien, conscientes de la importancia de su labor, se sentirán frustrados, avergonzados e indignados después de llevar años trabajando duro, luchando para reducir la tasa de fracaso académico, maximizando las cualidades de sus alumnos e incluso rentabilizándose a sí mismos, sacando tiempo de donde apenas lo tienen, para convertirse en referentes de sus propias disciplinas.
Unos y otros se sentirán fracasados, dolidos, tristes... con la sensación de que su esfuerzo nunca se verá recompensado, no sólo dentro de la propia universidad, sino una vez inmersos en el mercado laboral; frustrados por la imagen que se transmitirá de ellos, con la sensación de que les están arruinando lo conseguido con tanto esfuerzo, con tantas horas de estudio y trabajo, suspensos ante un futuro cada vez más incierto en una sociedad a la que esperaban incorporarse algún día como buenos profesionales.
Con lo dispuestos que estamos todos en este país a hacer chanza de cualquier asunto, creo que debemos llegar ya a un punto de inflexión en este asunto (y en tantos otros) y tener en cuenta la factura que, entre bromitas, chistes y carcajadas, finalmente pagarán los alumnos si no le damos el punto de seriedad que ello requiere. Ya llevamos a cuestas mucha cruz para saber discernir cuando toca seriedad y cuando chirigota.
Quiero destacar que en esa universidad hay honestos profesionales trabajando, dándolo todo por mejorar la educación en este país; no en vano figura con varias de sus titulaciones estimadas entre las diez mejores de toda España, es la universidad que más dobles grados imparte, ha hecho una apuesta importante por los estudios a distancia utilizando un sistema educativo virtual y, sobre todo, todo ello se refleja en el rendimiento académico de sus alumnos, que es absolutamente destacable porque figura con más del 80% de aprobados.
Es injusto e inaceptable que paguen tantas personas los daños causados por unos pocos ponzoñosos; tal vez ya sea tiempo de cambiar aquello de que han de pagar justos por pecadores y haya llegado el momento de empezar a pedir responsabilidades únicamente a quienes corresponda.
¡Seamos serios por favor! ¿No están de acuerdo en que por una vez han de ganar los buenos?