Sábado 25 de Abril de 2020.
“Dentro de poco, el público no podrá razonar o pensar por si mismo. Solo será capaz de repetir como un loro la información que se le dé en las noticias la noche anterior”. Zbigniew Brzezinski, consejero de seguridad nacional de EEUU con Jimmy Carter.
Fue Joseph Goebbels, político alemán con el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich -más o menos un departamento de marketing de los de ahora- quien dijo la famosa frase: “una mentira mil veces repetida, se convierte en verdad”.
Tanto éxito deparó la labor de este nazi, que a día de hoy su fórmula ha sido utilizada a conciencia por muchos líderes políticos -y otras variedades humanas- de todo el mundo, para obtener éxito en sus propósitos.
Esto es debido a que, en no pocas ocasiones, determinadas verdades tienen escasas posibilidades de ser probadas y porque en según qué cuestiones aceptamos las mentiras, muy a menudo conscientemente, porque se ajustan a lo que queremos oír y eso, de algún modo, nos conforta.
Las altas esferas han explorado profundamente en esto y saben que la sociedad en general cree cualquier mensaje, si este está adecuadamente presentado. No tenemos más que hurgar en las modas, por poner un ejemplo trivial, para saber hasta qué punto influyen en nosotros las imágenes y los mensajes convenientemente enviados.
¿Verdad que en alguna ocasión han pasado un buen rato -si gozan de sentido del humor- contemplando alguna fotografía de ustedes, tal vez de hace unas décadas, y se han preguntado después cómo podría gustarles este o aquel otro modelito? Sin embargo, años después habrán vuelto a comprar algo similar, o incluso alguno de sus hijos lo ha llevado puesto y, a fuerza de verlo en todas partes, vuelve a parecerles atractivo.
Las modas van y vienen a lo largo de las décadas, por supuesto adecuadamente adaptadas a la época y las imágenes nos entran por los ojos hasta alojarse en nuestro cerebro y hacernos desearlo. Lo mismo ocurre con la política.
Sólo hay que hurgar en los miedos, las inseguridades, los odios, las antipatías, etécera de los ciudadanos, algo que ahora servimos en bandeja a través de las redes sociales; construir una “verdad conveniente”, repetirla hasta la saciedad y utilizar un medio de comunicación que se preste a diseminarlo adecuadamente.
Lo escucharemos, nos adaptaremos a ello y acabaremos por incorporarlo a nuestro pensamiento. Así, sin percatarnos ni siquiera de ello, se habrá generado un nuevo dogma en el que nos reafirmaremos porque será lo conocido, lo que todos afirman ¡la explicación comprensible de aquello que ignorábamos!
No es algo fortuito que haya tal relación de “amistad” entre los grandes grupos económicos y políticos para controlar a la prensa, o que surjan con frecuencia movimientos radicales, probablemente sostenidos desde la sombra por los grandes poderes. Uno y otros se ocupan, convenientemente conducidos, de dividir a la sociedad para que este “equilibrio” mantenga a flote sus grandes corporaciones.
Y es que debemos estar tan sometidos que, aunque creamos que nuestra autonomía individual se mantiene, no somos capaces de ver los obstáculos dominantes y nos dejamos llevar por los automatismos sociales que nos convierten en autómatas y sonámbulos.
Tal vez esta epidemia sea precursora de la abolición de la sociedad tal como hoy la conocemos y resulte cada vez menos desbocado todo lo que decía Orwell, el visionario escritor de “1984”, el libro en el que alude al Gran Hermano como el astuto gobernante, anónimo y todopoderoso, capaz de controlar las mentes, convirtiendo gradualmente ideas que la gente consideraba obscenas en conceptos aceptables.
Lo que está muy claro es que la normalidad de apenas hace dos meses nos queda ya muy lejos; que en el futuro lo normal se habrá convertido en excepcional y viceversa; que probablemente el teletrabajo, ese adalid de la era moderna que con esta pandemia ha acabado por consolidarse definitivamente, será el “rey del mambo” por aislarnos desde el felpudo hacia adentro, único lugar donde creemos tener controlados los venenos y, que sin lugar a dudas, ya estamos definitivamente obnubilados por una realidad diseñada para convencernos y vencernos, por aquellos que controlan cómo debemos entender el mundo
¡Bienvenidos a la era moderna!