La Crónica de Jesús Sánchez Moreno
Guardando las medidas anti-COVID, con tiempo desapacible y media hora de retraso debido al mal estado del piso, este sábado por la tarde tuvo lugar en el coso de Herrera del Duque la primera novillada de la Gira de la Reconstrucción de la Tauromaquia. Se lidiaron cuatro novillos de armónicas hechuras del hierro sevillano de Luis Algarra, que se dejaron en general y que permitieron el triunfo del griñonense Rafael Gonzalez y el talaverano Tomás Rufo.
De la localidad malagueña de Fuengirola a la extremeña de Herrera del Duque se trasladaron los tres festejos menores de esta Gira de la Reconstrucción de la Tauromaquia 2020 que ha organizado la Fundación del Toro de Lidia; los cierres perimetrales de Andalucia llevaron a los organizadores a buscar un nuevo emplazamiento para las tres novilladas que componen esta 'tourné' taurina y Extremadura acogió este ciclo.
La verdad que a punto estuvo de no poderse celebrar la novillada debido a la lluvia, ya que el ruedo estaba impracticable y si algo del mismo se salvó fue porque la noche anterior la empresa organizadora tuvo a bien el colocar una lona sobre el albero con la intención de proteger en la máximo posible el piso; aun así, lo que quedó claro en la coqueta plaza de Herrera fueron las ganas de ser figura del toreo de los dos espadas.
Rafael González y Tomás Rufo decidieron hacer el paseillo bajo un aguacero que no cesaba, para reeditar el mano a mano del pasado año en la gran final del Certamen de Novilleros 'Cénate Las Ventas', que ganó el diestro de Talavera de la Reina con residencia en Pepino, y eso se notó en la plaza durante toda la tarde ya que ambos no dejaron nada dentro de sus esportones para demostrar quién era cada uno.
Como se suele decir en el argot, los dos espadas del cartel salieron a revienta calderas y los novillos también pusieron de su parte: colaboradores, bonitos de lámina y con importancia fueron los utreros del hierro sevillano de Algarra, distintos pelos todos muy de la casa pero hechuras perfectas para embestir, como lo demostraron sobre el ruedo.
VARIEDAD Y PERCANCE
Pronto y con trasmisión el primero de la tarde, que terminó rajándose al final de un largo trasteo de Rafael González; de todo tuvo esa primera faena, recibo de rodillas, pases cambiados por la espalda, garra y unas ganas enormes de hacer de todo, lo que a veces aceleró un punto la faena; después de uan estocada le concedieron una oreja.
La faena al tercero de la tarde fué más despaciosa y templada que la primera; el de Chinchón, ofreció su mejor versión, más pausado, enganchándo a su novillo adelante y llevándolo mucho, con buenos naturales y la medida justa; en uno de esos muletazos el joven coleta fue volteado y su gemelo izquierdo empezó a sangrar, pese a lo cual siguió en el ruedo y, después de una gran estocada, obtuvo las dos orejas, dió la vuelta al ruedo y se fue a la enfermería.
EMOCIÓN Y PROYECCIÓN
Por lo que respecta a Tomás Rufo, lo suyo en este festejo de Herrera del Duque fue una demostración del gran momento que atraviesa y la proyección que tiene el novillero afincado en Pepino; de vez en cuando sale un nombre que emociona e ilusiona a los aficionados sobremanera, lo que podemos decir sin miedo a confundirnos que es lo que sucede con el joven Tomás.
Dia a día se le ve una progresión impresionante, el trabajo y su dedicación al toro sabemos que es absoluta, pero tiene algo innato, eso que, como decía don Rafael de Paula, "no se compra en el Corte Inglés": torería, esa mezcla de gusto y clase que no todos atesoran y sentido común que le hace andar por la cara de los animales de una forma distinta.
AMOR PROPIO Y VALOR
Si nos ceñimos a lo visto en Herrera del Duque, Rufo toreó templado, reunido y con manos bajas a los dos ejemplares que le tocaron en suerte; más sentido en el recibo a su primero y encajado y poderoso en que dio al cuajado cuarto, manejando las alturas en sus dos faenas por ambos pitones, destacando los trincherazos y pases con su firma que utilizó para los remates de cada serie.
Tomás Rufo sacó su amor propio y un valor seco al finalizar la faena a su primero, al que toreó encacajdo y desmayado con la derecha y enganchado y largo con la zurda, de modo que las dos orejas que recibió, una de cada uno de sus enemigos, sabe a poco; aunque, sinceramente, en este caso apenas importa el número de trofeos cuando dos chicos que sueñan con ser toreros se juegan la vida sin más sobre un albero impracticable.
Por nuestra parte, sólo darles la enhorabuena a ambos, Rafael González y Tomás Rufo, porque con actitudes y aptitudes así nunca serán uno más.
Reportaje Gráfico, Sánchez Moreno
Para ver la Galería de Imágenes del festejo taurino, clicar aquí