Hoy somos muchos los que nos sentimos tristes, grises, llorosos como el día; no podía ser de otra manera. Esta dura pandemia contra la que estamos luchando hace meses nos está arrebatando muchas vidas, demasiadas, todas valiosas, únicas e importantes.
Hace treinta y cinco años llegué a Talavera de la Reina, al Hospital Nuestra Señora del Prado, entrando a formar parte de una pequeña gran familia. Entonces el hospital era pequeño, nos conocíamos todos, había cariño.
He tenido el placer de conocer a grandes personas y profesionales y entre ellas a alguien que nos dejó ayer, 18 de diciembre, el doctor Federico Domínguez Santurino.
Como compañera, alumna, madre: gracias, Federico. Con mis gracias, las de todos tus compañeros, madres y niños, seguro que sí. Gracias.
Verle aparecer, con su aplomo, su mirada y su gran sonrisa, ya te inspiraba confianza y tranquilidad.
Adoraba a los niños, los exploraba con dulzura, delicadeza, como si fueran suyos propios, con detenimiento, diría yo minuciosidad, se quedaba minutos mirándolos, sin hablar, sólo pensando.
Siempre pendiente, visitaba numerosas veces a los niños ingresados. Si ellos no dormían, él tampoco. Y, si ocurría lo peor, ahí estaba él hasta el final.
No creo que nunca haya defraudado a nadie, a ningún paciente, a ningún padre o madre, a ningún compañero.
No sólo ha cumplido fielmente el juramento hipocrático, sino que ha sido fiel a los cuatro principios básicos de la bioética, respetando la dignidad humana, considerando a todos los pacientes igual de valiosos.
De la fusión de gran médico siempre en formación y gran persona, justo, humilde y humano, sólo podía salir lo que él era: un buen médico y un médico bueno, algo a lo que deberíamos aspirar todos los que nos dedicamos a esta maravillosa profesión.
Falleció haciendo lo que más le gustaba: su trabajo, su vocación y desde el cielo cuidará a ese nieto que está a punto de llegar y quien algún día sabrá con orgullo quién fue su abuelo, esa estrella que va a estar viéndole nacer dentro de unas horas.
Porque siempre, siempre, Federico, estarás en los corazones de quienes te conocimos.
Mucho ánimo y entereza a la familia, Marisa, Fernando y José Luis y el resto de familiares.
En nombre de todos tus compañeros, descansa en paz, no te olvidaremos.