La asistencia al teatro ha sido por décadas uno de los hábitos más arraigados del ser humano. Es un lugar en el que el espectador se encuentra con un universo nuevo al cual, muchas veces, desearía pertenecer.
En el teatro cada presentación es una oportunidad única para dar vida a una serie de personajes que nacen sobre las tablas pero que, lamentablemente, deben despedirse muy pronto de su público. Un público que se renueva cada vez, en cada presentación y que por años ha visto en el teatro una de las formas de abstraerse de la vida cotidiana.
Si bien es cierto que las formas de entretenimiento han cambiado pues, ¿quién diría a aquellos jugadores de cartas y apuestas que hoy en día tendrían el acceso a los juegos clásicos de toda la vida y a los pronósticos de forma gratuita a tan solo un clic con sus dispositivos?
Todo el sector ha evolucionado e incluso el teatro, que ya dispone de cámaras para que las obras sean emitidas también por el medio audiovisual sin necesidad de verlas en directo. Y, aun así, el teatro tradicional parece seguir haciéndose su lugar entre tanta tecnología.
¿Qué es lo que proporciona este antiguo evento a los espectadores que siguen eligiendo la forma tradicional del mismo? Sin duda, la respuesta se encuentra en la experiencia del público al presenciar una representación artística. En el caso del teatro, la experiencia es una vivencia fundamentalmente física donde el contacto y la aproximación a la obra de arte juega un papel fundamental.
La percepción del fenómeno artístico no se desarrolla de la misma forma de manera presencial que a través de un dispositivo y, por lo tanto, no tiene los mismos efectos en las personas. Por eso, ir al festival de teatro es una actividad que promete mantenerse a lo largo del tiempo.
Sin bien la tecnología es una herramienta muy útil en todos los ámbitos, la tradición de ir al teatro es una experiencia cargada de emociones asociadas, in situ, al hecho de escuchar, ver y participar en un entorno dotando de autenticidad. Y es que, no es lo mismo presenciar en vivo Romeo y Julieta de Shakespeare que verla mediante un dispositivo.
Por tanto, aunque intentemos con éxito almacenar un recuerdo de la obra en los dispositivos tecnológicos, experimentar el espacio escénico dejará siempre una huella imborrable en el imaginario colectivo y la memoria.
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