El colegio Compañía de María de Talavera de la Reina está celebrando esta semana el 122 aniversario de su apertura en el antiguo convento de Santo Domingo, ubicación que no ha bandonado pero sí ha ido ampliando en todos estos años en los que ha llevado a cabo una gran labor pedagógica y social en la Ciudad de la Cerámica.
Según nos recuerda el sacerdote Jorge López Teulón, capellán del colegio desde hace más de 25 años, fue en 1899 cuando "trece religiosas de la Orden de Nuestra Señora, procedentes de Tudela, en Navarra, se instalaban en el antiguo convento de Santo Domingo" de Talavera y "meses más tarde se iniciaba la misión propia de las religiosas fundadas por Santa Juana de Lestonnac y daban comienzo las clases para alumnas externas e internas".
"Desde entonces, de forma ininterrumpida, el centro colegial ha desempeñado su labor docente con gran proyección en Talavera y su comarca", añade López Teulón, que explica que actualmente la comunidad de las monjas de la Compañía de María está formada por 49 religiosas, 40 profesas y 9 del noviciado "que, con un nutrido grupo de profesores, siguen trabajando con entusiasmo para mantener lo esencial mirando al futuro".
ÚNICO COLEGIO PRIVADO RELIGIOSO
Unas y otros intentan hacer realidad con sus vocaciones y trabajo el mandato que Santa Juana dejó a las monjas de la Orden que ella fundó: “que la enseñanza de las niñas no se omita nunca, sino que cada vez se haga mejor”. Vocaciones y trabajo de los que se benefician actualmente cerca de 900 alumnas, de las que alrededor del centenar son internas, del que es único colegio privado de titularidad religiosa existente a día de hoy en Castilla-La Mancha.
El día del aniversario del colegio, que se ha celebrado este miércoles 19 de enero, ha coincidido este año con la Jornada de las Artes que cada curso tiene lugar en el centro y en el que en esta ocasión las alumnas de Educación Infantil y Primaria dedicaron la Jornada a conocer y realizar mosaicos. Para las alumnas de ESO y Bachillerato se impartió una conferencia sobre Marko Iván Rupnik y el Centro Aletti impulsado por San Juan Pablo II.
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