El escenario de la violenta invasión de Rusia a Ucrania es muy complejo, por lo que conviene evitar lo que los franceses llamaban “terribles simplificateurs”. Estamos viviendo -a escala global- el andropoceno neoliberal, signado por la destrucción del ecosistema y la expansión de una economía belicista, que recorta derechos sociales.
El maniqueísmo, que pretende identificar a buenos y malos absolutos, ya fue cuestionado por San Agustín, aunque luego los Western y Hollywood intentaron imponérnoslo como modelo de pensamiento. Por ello, quisiera ofrecer algunos argumentos para parar la guerra y el sufrimiento de tantos inocentes.
1. El pueblo ucraniano padece hace 15 días una violenta agresión que -conforme al derecho internacional y al humanitario- debe cesar inmediatamente. En contraste con esta guerra, resulta reconfortante constatar la solidaridad con los refugiados ucranianos por parte del pueblo, del gobierno y hasta de algunas empresas españolas, que ofrecen viajes seguros, viviendas de acogida y derechos garantizados.
Esta magnífica respuesta sólo queda ensombrecida cuando se pregunta: ¿por qué los refugiados de otros países destruidos por la OTAN no reciben un trato similar? Sería muy duro sospechar que sea por su aspecto físico, porque entonces estaríamos adoptando el racismo de los nazis. Preferimos pensar que se debe a lo singular de este conflicto.
2. Esta guerra es diferente a las anteriores, no faltan quienes la presentan como la antesala de una III Guerra Mundial. Supone confrontar con Rusia, que posee armas atómicas, casi tantas como EEUU. Desde hace 77 años esa espada de Damocles penda sobre esta civilización. La tensión entre estas potencias nucleares no parece ponderar suficientemente el riesgo, curiosamente esta UE tampoco.
En tiempos de Ángela Merkel, Alemania y Francia se opusieron a que Ucrania entrara en la OTAN, porque hubiera sido como reeditar la crisis de los misiles soviéticos en Cuba. Aquello se resolvió el 26 de octubre de 1962, por un acuerdo in extremis entre J.F. Kennedy y N. Khrushev: los misiles se retiraron y se evitó la hecatombe.
3. Esta guerra se pudo evitar y se debe parar, bastaría con poner un límite jurídico al expansionismo de la OTAN. Tras la caída del Muro de Berlín, el 9 de febrero de 1990 pactaron Baker y Gorbachov para evitar que la OTAN se expandiera hacia el Este, pero se expandió.
En 1999, con la oposición de Rusia, entraron Polonia, Hungría y la República Checa; en 2004 lo hicieron Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumanía; en 2007, Albania y Croacia; finalmente, entre 2017 y 2019, Bosnia y Herzegovina, Georgia y Macedonia.
Desde hace meses, el presidente ruso Vladimir Putin viene pidiendo que no se admita la entrada de Ucrania en la OTAN, de lo contrario invadiría Ucrania y generaría una guerra “en la que no habrá ganadores”. El presidente estadounidense Joe Biden, a modo de respuesta, se limitó a advertir que la invasión a Ucrania era inminente, aunque nada dijo de la segunda parte de la amenaza rusa.
El último pulso entre estas potencias nucleares se centró en lo energético: si se cerraba el comercio a su petróleo, Rusia negaría el suministro de gas a Europa. A modo de respuesta, EEUU pacta con Venezuela el aprovisionamiento de petróleo y pone en riesgo el suministro de gas a la UE, principalmente para Alemania.
En la actualidad, 28 de los 30 miembros de la OTAN son países europeos, pero sus intereses no parecen ser tenidos en cuenta por la potencia que busca recuperar su hegemonía global.
4. Cada día resulta más necesario, aunque también más difícil, parar el conflicto. Van fracasando las rondas de negociaciones, las partes beligerantes se acusan recíprocamente de impedir los corredores humanitarios o de haber incendiado la planta nuclear de Zaporiyia. La Central de Chernobil se quedó sin electricidad para refrigerar sus reactores y el hospital materno-infantil de Mariúpol fue bombardeado.
El Consejo de Europa, máximo garante de los Derechos Humanos en el continente y que incluía a los 47 países de Europa, había suspendido la participación de Rusia el pasado 25 de febrero. Este miércoles 10 de marzo, el Ministerio ruso de Relaciones Exteriores anunció que abandona este organismo creado en 1949.
5. Una nueva alianza, AUKUS (Australia, United Kingdom & United States) se consolidó el 15 de septiembre de 2021 con la venta de submarinos de propulsión nuclear norteamericanos a Australia, echando por tierra la compra-venta que ya tenía ésta con Francia.
Si la OTAN se presentó como una Alianza defensiva del Atlántico Norte, AUKUS es una Alianza para contrarrestar el poderío de China en la región Indo-Pacífico. El único país europeo que participa de las dos es el que se retiró de la UE tras el Brexit.
Estos datos se pueden contrastar en fuentes fiables como Noam Chomsky o Michael Klare (Hampshire College of Massachusetts). Esta lectura de los hechos pretende humildemente dar qué pensar a los lectores y acaso a nuestros políticos europeos.
Se trata de un uso público de la razón, como proponía Kant cuestionando el mito platónico del Rey-filósofo: “No hay que esperar ni siquiera desear que los reyes se hagan filósofos, ni que los filósofos se conviertan en reyes, porque la posesión del poder echa a perder inevitablemente el recto uso de la razón”.
6. España es el país donde nació el Derecho Internacional Público. Un jurista italiano como Luigi Ferrajoli destacaba la paradójica actualidad del pensamiento de Francisco de Vitoria, que había actualizado el derecho de gentes interpretándolo como un ius communicationis.
Este fue el instrumento que discretamente puso límites a los excesos de la potencia imperial que llegó a ser España; luego llegaron Hobbes y Bodin para legitimar las soberanías -entendidas como potestas soluta- las que, al no reconocer límite jurídico alguno, generaron la Guerra de 30 años en el siglo XVII, reeditada en el s. XX (1914-1945).
7. En resumen, es admirable la solidaridad que se manifiesta frente a los refugiados ucranianos, podríamos decir que también es oportuna y necesaria; pero claramente no es suficiente.
Tenemos que hacer el esfuerzo por presionar a quienes toman las decisiones para que actúen sobre las causas del conflicto; de modo que estas personas no tengan que buscar refugio fuera de sus fronteras; y, finalmente, para que se desactiven las bombas, porque matan a muchas personas inocentes.
Además, si en una ciega búsqueda de hegemonía se sigue tensando la cuerda, puede desprenderse la espada de Damocles.
Así pues, considerando la no tan remota posibilidad de que se empleen armas atómicas, cobra urgente actualidad lo que afirmaba el papa Francisco en su “Fratelli Tutti” (Hermanos todos, oct/2020): hoy en día "es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible guerra justa", a pesar de que en el catecismo "se hable de la posibilidad de la legitima defensa mediante la fuerza militar".
Resulta imperativa una reforma "tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones".