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Relato del emotivo viaje a la frontera de Hungría con Ucrania del que surgió esta iniciativa solidaria

Antonio Arenas (c), promotor de la iniciativa de acoger a refugiados ucranianos en pisos de alquiler, en la furgoneta con la que viajó a la frontera húngaro-ucraniana, con Andris Szabo y la familia que ha llegado a Talavera
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Antonio Arenas (c), promotor de la iniciativa de acoger a refugiados ucranianos en pisos de alquiler, en la furgoneta con la que viajó a la frontera húngaro-ucraniana, con Andris Szabo y la familia que ha llegado a Talavera

Ciudadanos a título particular acogen a familias ucranianas en Talavera y buscan pisos en alquiler para alojarlas

Por La Voz de Talavera
lunes 14 de marzo de 2022, 16:47h

Varias familias de Talavera de la Reina se han sumado a la ola de solidaridad del pueblo español con el ucraniano, víctima de la invasión militar que está sufriendo su país por parte de Rusia, y han recibido y acogido a ciudadanos procedentes de Ucrania que han llegado a la Ciudad de la Cerámica en calidad de refugiados.

Entre ellos, Yana, su madre, Larysa, y sus hijos de 5 y 2 años, que llegaron a Talavera este fin de semana huyendo del terror de su ciudad, Jarkóv, en la que ha tenido que quedarse el padre de familia movilizado para defender militarmente a su país, y que provisionalmente han sido acogidos por una familia talaverana; este mismo lunes estaban tramitando su documentación en el Centro Social 'Jaime Vera'.

Tanto esta familia ucraniana como otras que se prevé que lleguen a Talavera durante los próximos días y semanas serán beneficiarias de la iniciativa solidaria que han puesto en marcha dos abogados con raíces talaveranas que ejercen su profesión en Madrid y que no han dudado en viajar hasta la frontera de Hungría con Ucrania con sus coche y furgoneta cargados de medicinas y alimentos, primero, y en trasladar a una decena de mujeres y niños a nuestro país, después.

Nos referimos a Antonio Arenas Torres, nieto del doctor Felipe Torres Pazos, que ejerció durante muchos años como médico pediatra en la Ciudad de la Cerámica, y su padre, abogado como él, que a la vuelta de su singular viaje a la frontera húngaro-ucraniana han puesto en marcha una operación solidaria, con 'valor añadido', para dar cobijo a familias de refugiados procedentes de Ucrania y que tiene en Talavera uno de sus pilares.

SOLIDARIDAD CON PLUS

Frente a otras iniciativas solidarias que han surgido en nuestro país para recibir a refugiados ucranianos con familias de acogida, el plus de esta iniciativa solidaria radica en que los grupos y personas procedentes de Ucrania beneficiarias de la misma contarán con una vivienda propia, qur disfrutarán en régimen de alquiler sufragado por el promotor y los colaboradores de esta acción, para que puedan desarrollar su vida de modo independiente y sin cortapisas.

Para conseguir su objetivo, Antonio Arenas y sus colaboradores en tan noble causa necesitan pisos en alquiler a cuyos propietarios se les garantizará el cobro de al menos 6 mensualidades de renta y que serán destinados a dar cobijo a familias ucranianas; de momento, en Talavera ya cuentan con cuatro, en estos momentos pendientes de acondicionar para recibir a sus inquilinos, aunque se espera que el número aumente para cubrir las necesidades.

En ese sentido, quienes estén interesados en sumarse a esta iniciativa solidaria y ofrecer sus viviendas para alquilarlas a las familias ucranianas, informándose de las condiciones, pueden hacerlo vía correo electrónico en la dirección [email protected] y por vía telefónica en el número 640703609.

VIAJE A LA GUERRA

Por lo que respecta a cómo surgió la idea y cuáles fueron los elementos motivadores de la misma, el propio Antonio Arenas Torres ha narrado a La Voz de Talavera su experiencia con el relato en primera persona que ofrecemos a continuación.

Es viernes 4 de marzo, estoy trabajando en la oficina y recibo un Whatsapp de mi padre:

- ¿Qué haces este fin de semana?

- Nada especial, le respondo.

- ¿Por qué no llenamos la furgoneta de ropa, comida y medicinas, y nos vamos a Ucrania a ayudar en lo que podamos?

- ¿Estás en serio?

Lo cierto es que mi padre, aventurero de segunda profesión, llevaba días rumiando de indignación con todo lo que rodea esta crisis de refugiados. Si bien al principio pensaba que era una broma, pronto se puso serio y no le pude decir que no. Enseguida empecé a mover la operativa.

La respuesta que obtuve de mis compañeros de The University of Chicago Booth School of Business, fue simplemente espectacular. Inmediatamente Andris Szabo se ofreció a coordinar la operativa desde Hungría, y Koldo Aranguren se unió con su coche lleno de mercancía. Antes incluso de tener un plan, Andrew Velasco, que vive en Londres, ya se había sacado un vuelo a Burdeos dónde nos pidió que le recogiésemos.

En unas horas se organizó todo. Recogí a mi padre a las 20:30 en la estación de Atocha en un tren que llegaba de Cádiz. Y a las 23:30 la furgoneta ya estaba cargada hasta los topes con 900 kilos de mercancía, lista para el viaje.

Respuesta solidaria y... en marcha

Todo el mundo se volcó con la iniciativa. Familia, amigos y vecinos corrieron la voz y durante un par de horas la casa de mis padres se llenó de cajas. Resultó especiamente importante la ayuda de Halyna, ucraniana residente en España; y de la Asociación de Vecinos 'La Incolora', de Villaverde Alto, que nos proveyó con cajas de mantas y bienes de primera necesidad.

El sábado a las 6:00 a.m. nos pusimos en ruta dirección San Sebastían para que Koldo se uniese a nuestra expedición. Y de ahí al aeropuerto de Burdeos para recoger a Andrew. Tras recorrer Dijon, Vichy y Stuttgart, llegamos a Múnich a las 2 a.m. del domingo. Habíamos recorrido 2.100 kilómetros durante veinte horas y todavía nos quedaban otros 900 kilómetros hasta la frontera con Ucrania.

A las 6 a.m. nos volvimos a poner en ruta; en la autopista vimos muchos coches con carteles que decían 'UKRAINE RELIEF' y después de 36 horas de viaje llegamos a Budapest a la 1 p.m. para encontrarnos con Andris. Otros tres coches se unieron a nuestro convoy y en caravana salimos hacia nuestro último destino, la frontera con Ucrania. A escasos kilómetros del puesto fronterizo nos cruzamos con patrullas militares. La tensión era máxima.

Llegamos a Tiszabecs (el pueblo húngaro fronterizo con Ucrania), en el río Tisza, a las 9 p.m. del domingo 7 de marzo. Nos recibió el Padre Attila, líder de la congregación religiosa local, que estaba coordinando los esfuerzos de su comunidad para recibir a refugiados y distribuir la gran cantidad de ropa, comida y medicina que estaban recibiendo. La mayoría provenía de iniciativas de particulares, como la nuestra, que quieren poner su grano de arena ayudando en esta situación que nos desborda.

Ancianos, mujeres y niños

El pueblo del Padre Attila es muy humilde, pero su comunidad se ha volcado con los más necesitados y da cobijo a 150 refugiados con vocación de permanencia. Son los que tienen la esperanza de que todo esto va a acabar pronto y van a poder regresar a lo que antes eran sus hogares. Gente con escasos recursos que dependen en su totalidad de las ayudas que reciben. Los pobres son mucho más pobres en estas circunstancias.

En la frontera, nada de fotos, llegan por oleadas los refugiados. En un día pueden pasar más de 5.000 personas. El éxodo es en trenes, furgonetas y autobuses hasta la parte ucraniana. Los ferrocarriles funcionan sin horarios. Los recién llegados cruzan andando el puente sobre el río, con sus escasas pertenencias; para muchos son las únicas que les quedan de la vida que dejan atrás. Nos cuentan que todo ha quedado destruido o abandonado.

La Policía húngara controla pasaportes y deja entrar prácticamente a todos los refugiados. Desde ahí los transportan al Centro de Atención al refugiado de Fehérgyarmat. Aquí más de medio centenar de policías de frontera los identifica y les facilita un permiso de residencia válido por un mes. Sorprende que son únicamente ancianos, mujeres y niños; los hombres entre 18 y 60 años no pueden dejar el país, salvo que tengan más de tres hijos menores de edad. El siguiente destino para la gran mayoría es Budapest.

Ligeros de equipaje

Nosotros en la furgoneta recogimos a cuatro libaneses que estudiaban medicina en Ucrania. A pesar de que disponen de recursos económicos, estaban atascados en el puesto fronterizo. Llevaban viajando varios días desplazándose en distintos medios de transporte. El dinero en metálico les empezaba a escasear y las tarjetas de crédito habían dejado de funcionar.

Había sido un día duro, pero a última hora nos contactó Andris para decirnos que dos familias querían viajar a España. Andrew y Koldo hicieron un esfuerzo sobrehumano y decidieron ir a recoger a una de ellas y salir inmediatamente rumbo a San Sebastián. Son Oksana, Diana y Damir, dos mujeres y un niño de tres años, que tienen familiares en España y buscan llegar lo antes posible. Salen de Budapest el domingo a las 11 p.m. y llegan a destino el lunes a las 9 p.m. Es la primera familia que hemos conseguido ayudar. Sorprende lo ligeros de equipaje que se desplazan tras dejar una vida atrás.

Con el objetivo de concienciar a mi entorno decido compartir la historia en redes sociales y al momento se viraliza. Amigos y conocidos se vuelcan con nuestra iniciativa. Unos ofrecen sus viviendas para acoger refugiados y otros directamente me hacen transferencias de dinero para poder ayudarlos. Constato en primera persona la sobrecogedora solidaridad de la sociedad española.

De Budapest a Talavera

El lunes mi padre y yo amanecemos en Budapest y organizamos la mejor manera de traer a España a la otra familia de refugiados. Son dos niños de dos y seis años que viajan acompañados de su madre y su abuela. No hablan inglés ni español y llevan 5 días viajando desde Jarkóv (a 1.600 km de Budapest) donde se ha quedado el padre. Volver a España en la furgoneta nos parece demasiado traumático, así que optamos por sacarles unos billetes de avión. Ese mismo lunes 7 de marzo aterrizamos en la T4 a las 9 p.m. en un vuelo procedente de Viena.

A Yana (madre), Tymur (niño), Anfisa (niña) y Larysa (abuela) les han acogido por el momento mis tíos en su casa de campo de Pinto. Pero hoy domingo les vamos a trasladar a Talavera de la Reina, donde les hemos encontrado un hogar permanente. Talavera es la ciudad natal de mi madre y tías y donde mi abuelo, Felipe Torres Pazos, ejerció durante varias décadas como pediatra, atendiendo a niños que en su momento también necesitaron ayuda.

Muchas asociaciones, fundaciones y organizaciones se han volcado en traer refugiados a España y buscarles casas de acogida, pero en nuestra experiencia lo más importante es dotar a estas familias de un lugar en el que establecerse de forma indefinida e independiente. Con los fondos recaudados nos hemos centrado en buscar viviendas y dotar a estos refugiados de una infraestructura que les permita volver a empezar desde cero.

Futuro de esperanza y libertad

Nos hemos comprometido a ayudarles a regularizar su situación, escolarizar a los niños y encontrar trabajo. Hasta que sus vidas vuelvan a cobrar sentido los fondos recaudados los destinaremos a cubrir todos los gastos de alquiler y manutención.

La bola de nieve ha echado a rodar y ya son siete familias las que estamos coordinando para venir a España. En el proceso les buscamos un medio de transporte que les permita desplazarse lo antes posible, y una vez aquí una familia les acogerá hasta que les encontremos un hogar definitivo.

Por el momento nuestro buen amigo Miguel Ángel 'Corona' nos ha conseguido cuatro pisos de alquiler en Talavera, pero la avalancha de gente no cesa y necesitamos ayuda para dar a toda esta gente un futuro de esperanza y libertad.

Un aviso actual de hace 61 años

En estos días de olor a Guerra Fría que mis treinta y tres años creían tan lejanos como el descubrimiento de América, me gustaría recordar a uno de sus protagonistas, John Fitzgerald Kennedy, y una cita de su discurso en la Asamblea General de la ONU de 1961:

“La humanidad debe poner fin a la guerra... o la guerra pondrá fin a la humanidad”.


  • Antonio Arenas, con sus amigos Koldo Aranguren y Andrew Velasco en la frontera de Hungría con Ucrania, con el paso fronterizo al fondo


  • Así de cargada iba la furgoneta con la que Antonio Arenas partió a la frontera húngaro-ucraniana para ayudar a los refugiados víctimas de la invasión rusa


  • Antonio Arenas, con Tymur, el niño acogido en Talavera por una familia de la ciudad junto a su madre, su abuela y su hermana

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